sábado, 21 de noviembre de 2009

El secreto del perdón









Publicado por: Patricia Sandino Ch.


El tema del perdón toca fibras sensibles para todas las personas, las razones que son obvias, se convierten en verdaderos retos para mucha gente que vive rupturas familiares, divorcios, fuertes disgustos, malos entendidos, abusos y acciones dolosas que han lastimado fuertemente su corazón.

Dolidas y enfurecidas, muchas optamos por odiar, maldecir, amargarse, golpear, insultar, humillar, dividir, guardar resentimiento, criticar y arremeter contra el opuesto, basándose en toda clase de justificaciones, pretendiendo obviamente erigirse como las salvadoras de todas las cosas, calificando al otro como malo y a su propia persona como buena.

Al ser confrontadas por los clichés de la época, se nos presenta dos opciones:

• Ignorar el tema del perdón, ó
• enfrentar el reto y perdonar

Pero, ¿cómo? Mucho se ha oído decir, “perdonar es olvidar”. Y aunque suena muy bien la frase; contundente, certera y como opción para solucionar el rencor, para la mayoría nos resulta prácticamente imposible.

Olvidar el agravio, olvidar el engaño, la traición, la mentira... Desaparecer de la mente el dolor de la herida causada? Olvidar el insulto o la bajeza con la que somos tratadas?

¿Olvidar el dolor que tuvimos que tragarnos cuando sentimos las respuestas y las acciones de aquél o aquella de manera francamente injusta en nuestra contra?

¿Olvidar que por su culpa tenemos que enfrentar situaciones que no merecíamos? ¿Olvidar cómo se ensaña en hacernos sentir incómodas o rechazadas?

¿Olvidar su indiferencia, sus reproches o sus humillaciones?

¿Olvidar la manera en que se quedó con lo mío? ¿cómo prefirió atender a aquella antes que a mi? Sería tanto como pedirnos o exigirnos no sólo que actuemos en esta condición como niñas, sino serlo.

Para poder tener esa capacidad de no ser tan aprensivas y dejar atrás, es decir, pasar por alto, olvidar, todo el mal sentido como lo hacen los niños a la hora en que vuelven a jugar.

Suena bien y no dudo que alguien lo haya logrado o que lo llegue a lograr. Pero por ahora no es posible para todos. Entonces, ¿existe otra forma para poder perdonar? Alguien más habla de que si no del todo se perdona sí se puede superar el dolor por la ofensa.

Esta es una posición sana desde el punto de vista de las reflexiones sicológicas. Pues finalmente el desfile de personas que llegan y pasan por un consultorio cargan en el alma el rencor por haber sido agredidas injustamente, y sin haber trabajado ese dolor.

Es decir, a veces ni siquiera han hablado el tema con nadie de confianza y les hace bien el desglosarlo, llorar, analizar, y superarlo. Para finalmente poder decir, es como una herida profunda que cicatriza: sé que fui lastimada aquí esta la herida pero hoy solo lo recuerdo porque ya no me duele.

Este proceso implica cierta sanidad y es un logro emocional importante pues los sentimientos de sufrimiento impotencia y confusión se superan. Es decir, luego de un proceso sicológico en términos estrictamente personales podemos decir “estoy en paz”.

Pero el perdón propiamente dicho todavía no aparece, pues el otro en conflicto aún no toma presencia en primer cuadro en nuestra escena.

Entonces... ¿Habrá una tercera opción?

Sí y se basa en el siguiente punto de vista; puede ser que se trate de la tarea más difícil, pero si lo vemos bien es la más sencilla. Sólo se requiere reconocer que: ..........

No soy mejor que la persona que me ofendió



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El secreto del perdón

Publicado por: Patricia Sandino Ch.


El tema del perdón toca fibras sensibles para todas las personas, las razones que son obvias, se convierten en verdaderos retos para mucha gente que vive rupturas familiares, divorcios, fuertes disgustos, malos entendidos, abusos y acciones dolosas que han lastimado fuertemente su corazón.

Dolidas y enfurecidas, muchas optamos por odiar, maldecir, amargarse, golpear, insultar, humillar, dividir, guardar resentimiento, criticar y arremeter contra el opuesto, basándose en toda clase de justificaciones, pretendiendo obviamente erigirse como las salvadoras de todas las cosas, calificando al otro como malo y a su propia persona como buena.

Al ser confrontadas por los clichés de la época, se nos presenta dos opciones:

• Ignorar el tema del perdón, ó
• enfrentar el reto y perdonar

Pero, ¿cómo? Mucho se ha oído decir, “perdonar es olvidar”. Y aunque suena muy bien la frase; contundente, certera y como opción para solucionar el rencor, para la mayoría nos resulta prácticamente imposible.

Olvidar el agravio, olvidar el engaño, la traición, la mentira... Desaparecer de la mente el dolor de la herida causada? Olvidar el insulto o la bajeza con la que somos tratadas?

¿Olvidar el dolor que tuvimos que tragarnos cuando sentimos las respuestas y las acciones de aquél o aquella de manera francamente injusta en nuestra contra?

¿Olvidar que por su culpa tenemos que enfrentar situaciones que no merecíamos? ¿Olvidar cómo se ensaña en hacernos sentir incómodas o rechazadas?

¿Olvidar su indiferencia, sus reproches o sus humillaciones?

¿Olvidar la manera en que se quedó con lo mío? ¿cómo prefirió atender a aquella antes que a mi? Sería tanto como pedirnos o exigirnos no sólo que actuemos en esta condición como niñas, sino serlo.

Para poder tener esa capacidad de no ser tan aprensivas y dejar atrás, es decir, pasar por alto, olvidar, todo el mal sentido como lo hacen los niños a la hora en que vuelven a jugar.

Suena bien y no dudo que alguien lo haya logrado o que lo llegue a lograr. Pero por ahora no es posible para todos. Entonces, ¿existe otra forma para poder perdonar? Alguien más habla de que si no del todo se perdona sí se puede superar el dolor por la ofensa.

Esta es una posición sana desde el punto de vista de las reflexiones sicológicas. Pues finalmente el desfile de personas que llegan y pasan por un consultorio cargan en el alma el rencor por haber sido agredidas injustamente, y sin haber trabajado ese dolor.

Es decir, a veces ni siquiera han hablado el tema con nadie de confianza y les hace bien el desglosarlo, llorar, analizar, y superarlo. Para finalmente poder decir, es como una herida profunda que cicatriza: sé que fui lastimada aquí esta la herida pero hoy solo lo recuerdo porque ya no me duele.

Este proceso implica cierta sanidad y es un logro emocional importante pues los sentimientos de sufrimiento impotencia y confusión se superan. Es decir, luego de un proceso sicológico en términos estrictamente personales podemos decir “estoy en paz”.

Pero el perdón propiamente dicho todavía no aparece, pues el otro en conflicto aún no toma presencia en primer cuadro en nuestra escena.

Entonces... ¿Habrá una tercera opción?

Sí y se basa en el siguiente punto de vista; puede ser que se trate de la tarea más difícil, pero si lo vemos bien es la más sencilla. Sólo se requiere reconocer que

No soy mejor que la persona que me ofendió